El Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH) es uno de los trastornos del aprendizaje más conocidos y más diagnosticados actualmente. El TDAH consiste en una dificultad muy acusada para mantener la atención frente a determinadas tareas, entre las que destacan las más relacionadas con las tareas escolares. El TDA puede tener como característica añadida impulsividad y / o un exceso de inquietud motriz, aunque no siempre es así, resultando muy importante el diagnóstico diferencial, ya que de este dependerá en gran medida el tratamiento más adecuado a realizar.
A menudo el tratamiento se reduce a la administración de medicación por parte del neurólogo o el psiquiatra infantil, pero por medio de la terapia cognitiva-conductual se pueden conseguir resultados muy positivos tanto con como sin medicación en la mayoría de los casos.
Una de las características más relevantes del TDA es que suelen estar afectadas las funciones ejecutivas, las cuales son aquellas funciones que nos permiten planificar, organizar, supervisión, memoria de trabajo, regulación de la impulivitat, etc. Resultando estos aspectos los más relevantes a la hora de realizar un tratamiento psicopedagógico o psicológico.
¿Cómo trabajamos el TDAH?
El tratamiento variará mucho en función de las necesidades de cada niño, ya que a pesar del diagnóstico es el mismo a menudo las necesidades de cada niño son muy diferentes, en función de su edad, las habilidades que presenta y otros aspectos importantes como el su desarrollo emocional. No obstante, en todos los casos uno de los focos más importantes del tratamiento convertirá el trabajo de las funciones ejecutivas como elemento primordial del tratamiento.
Como indicábamos, es muy diferente el tratamiento de un niño o niña en que el predominio de la dificultad convierte el déficit de atención frente a lo que lo que predomina es la impulsividad, resultando fundamental por tanto adaptar el tratamiento a las prioridades de cada niño .
Asimismo las necesidades también varían en función de la edad del niño, convirtiéndose en muy diferentes las carencias del niño entre los 6 y los 9 años, los 9 y los 12 y los 12 hacia adelante, donde habrá que dar un peso específico a variables diferentes como el desarrollo emocional, la metacognición y el desarrollo de las funciones ejecutivas en función de aquellas que se encuentren más afectadas.