Reflexiones en torno a la evaluación
Entre este amplio listado de necesidad en ocasiones nos olvidamos de hablar de la evaluación, de lo qué los tutores nos planteamos evaluar, de cómo realizamos y diversificamos la evaluación, del momento en el que evaluamos…
Reflexionemos y veamos alguna orientación en torno a la evaluación:
Deberíamos en primer lugar, como docentes, incluir distintos tipos de capacidades y contenidos (conceptuales, procedimentales, normativos…) en el momento de la evaluación, puesto que no es lo mismo el alumno que desconoce cierto concepto pero tiene interés por entender algunos fenómenos relacionados con este, que el que tiene cierta aproximación al concepto pero tiene dificultades para expresarlo y comunicarlo o el que el que simplemente no lo ha alcanzado o no te interés por aprenderlo. No podemos poner a todos los alumnos en un mismo saco.
Es recomendable obtener información lo más variada y completa posible sobre el aprendizaje del alumnado, y que permitan conocer tanto sus dificultades como sus progresos. La información permite tener en cuenta no únicamente las dificultades y problemas de los alumnos, sino también de sus progresos. Si la información que tenemos no es buena nos puede llevar a conclusiones erróneas sobre las posibilidades de aprendizaje de los alumnos (ejemplo: pensar que no sabe resolver un ejercicio cuando lo que pasa es que no lo ha entendido) y puede impedir las formas adecuadas de ayuda. Para concretar esto se puede evaluar un mismo objetivo mediante distintos tipos de pruebas, en distintas situaciones o distinguiendo entre distintos niveles de profundización o consecución. También se puede tener en cuenta la evaluación del alumno cuando reciben la ayuda por parte del profesorado (evaluaciones interactivas) ya que no es lo mismo un alumno que supera las dificultades cuando se le da la ayuda de la calculadora o se le indica a planificar un texto que el que aún así no las supera, la comparación entre el punto actual y el punto de partida para observar su proceso o el análisis de los errores de los alumnos.
Debemos diversificar los momentos de evaluación. Los alumnos en ocasiones se van perdiendo a lo largo del proceso de aprendizaje, y si no somos capaces de detectar esta pérdida en el momento adecuado lo que acaba sucediendo es que, al final del proceso, se encuentran tan alejados de la posibilidad de seguir la actividad y el ritmo de otros compañeros que parece imposible resituarlos y ayudarles a ponerse al nivel. La realización de una evaluación continua en el tiempo se convierte en una herramienta preventiva.
Por otro lado, no solo hemos de evaluar los conocimientos, sino los determinados tipos de habilidades y estrategias en relación a una actividad: no es lo mismo evaluar un contenido como la revolución francesa mediante un ensayo crítico de tres páginas, mediante una prueba de elección múltiple…
Hemos de fomentar la implicación y participación del alumnado en el proceso de evaluación. El objetivo final sería que la evaluación pueda ser vista como una tarea propia y no como una imposición externa, como una ayuda al proceso de aprendizaje y no como una amenaza, ya que esto resultará decisivo para el tipo de posición que se adopte ante el aprendizaje.
Y por último ayudar a los alumnos a aprender a evaluar y regular por sí mismos su propio proceso de aprendizaje. El hecho de que el propio alumnado sea un protagonista básico del proceso de recogida y valoración de la información y la toma de decisiones que caracteriza la evaluación. Esto supone ventajas tanto desde el punto de vista del profesorado (dispone del propio alumno como fuente privilegiada de información) como del propio alumno (más motivación intrínseca)
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